martes, 19 de junio de 2007

EL DIABLO VISTE DE PRADA



















El diablo viaja de vez en cuando a Milán y allí renueva cada año todo su fondo de armario. Sólo el diablo y algunos pocos más pueden permitirse el comprar los exclusivos modelos de Prada, Valentino, Dolce y Gabanna, Versacce, Gucci o Armani. Nada más bajar del avión supo que no se había equivocado ya que entendió porque la capital de la moda recibe ese nombre; el aeropuerto está forrado de decenas de enormes carteles de las principales firmas con sus modelos perfectos y su estética sofisticada.

Mientras compraba doblando las esquinas de la via della spiga debió hacer un pacto con todos los milaneses ya que son estilosos, altos y guapos. El culto al cuerpo se ha convertido en su religión y la moda en su fé. Su penitencia es ir siempre de punta en blanco y sus oraciones van dirigidas a ese gran Dior que está en los cielos.


Milán es una pasarela en la que es fácil desfilar. Es una ciudad en la que te encuentras cómodo seas como seas ya que a la vez es solemne y joven; elegante, cómoda y ágil.
Milán es un paraíso para los amantes del arte y el edén para los locos de las últimas tendencias. Es imposible evitar la gula en Milán. Sus pizzas son deliciosas y el sabor de sus helados un pecado inevitable. Por no hablar del aperitivi que cada tarde te ofrece el barrio de Navigli… una tentación a la que no te puedes resistir.

Las calles de Milán son rectas y limpias. En todas ellas hay una iglesia y casi todas ellas no llegan a Roma sino al Duomo, la catedral más increíble que he visto. Es impresionante cada detalle esculpido y su monumental mármol blanco. Si tienes la suerte y los 6 euros que cuesta subir a su cubierta y divisar la ciudad desde las alturas te sientes muy cerca del cielo rodeado de santos, impolutas columnas, gárgolas y almas de viaje.

Milán es una ciudad en la que se puede hacer todo lo que te propongas. Se ha convertido en una ciudad de peregrinaje visitada por miles de feligreses cada año. Aunque tengas el riesgo de encontrarte con el diablo, le recomiendo a todo el mundo que visite la segunda ciudad más grande de Italia un fin de semana y que desfile por la capital lombarda posando delante de la cámara como un modelo durante un par de días.

No pasa nada por creer que eres lo más durante 48 horas. A mi me encanta. Regresas a la endemoniada realidad con un ánimo diferente. Estoy seguro que algún día volveremos a Milán… aunque tengamos que arder en el infierno por los tiempos de los teimpos. Amén.




Bote de coca cola en Urio: 3 euros.



Vestido de flores: 18 euros.




Colonia Calvin Klein IN2U: 30 euros.





Tomarse un capuchino en la Via Torino con estas vistas: no tiene precio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

La verdad es que muy bien. En el proximo viaje a Milan me compro el vestido de 4000€!
He echado de menos en las fotos los perritos moneria, son dignos de ver!
El Duomo precioso pero, no es por barrer para casa, la Sagrada Familia no tiene nada que envidiarle.
Proxima estacion: Amsterdam.

Anónimo dijo...

hola