LA CHICA DEL CALENDARIO

Todos tenemos heridas y cicatrices. A lo largo de los años la vida nos da golpes que nos hacen daño y nos dejan marca. En ocasiones las heridas curan y nos hacen más fuertes. Pero a veces las heridas no sanan y se convierten en cicatrices que nos recuerdan el golpe cada vez que nos miramos al espejo.
Las cicatrices pueden estar en la piel pero la mayoría de las veces se encuentran en las miradas de las personas. Y hay cicatrices que se pueden ocultar a los ojos de los demás. Pero cuando una mirada esconde una herida ni el mejor actor del mundo puede evitar que la vulnerabilidad de su alma se refleje en la mirada.


Hace poco salieron a la luz unas fotografías en las que el mito más universal se mostraba tal y como era en realidad. Las instantáneas fueron retocadas para que a Marilyn Monroe no se le viera tal y como y era en realidad; una mujer de carne y hueso que sufría inmersa en su soledad los traumas causados de una infancia coloreada de heridas incurables y de una madurez marcada por la imposibilidad de ser tomada en serio y de ser madre.
En esta sesión fotográfica, la última en la que Marilyn se enfrentó al ojo de la cámara, Bern Stern, el autor de los retratos, desdibujó la cicatriz causada por una operación de vesícula a la que fue sometida la actriz. Pero Stern no pudo borrar la tristeza de su mirada.


Y es que, si te fijas bien no hay más que mirar a Marilyn a los ojos en cualquiera de sus retratos para ver lo que había en su interior. Un interior vacío y ávido por amar y ser amado. Un alma rota que envejeció demasiado joven y se fue demasiado pronto con una triste sonrisa que miraba al mundo de cara.
Nadie fue capaz de curar las cicatrices de un mito ni de una mujer cuyos ojos necesitaron ser abrazados. A Norma Jean sus heridas acabaron matándola. A Marilyn le hicieron inmortal. Por eso de vez en cuando me gusta perderme en su mirada.


“Una carrera exitsa es algo maravilloso pero no sirve para acurrucarse en ella durante una fría tarde de invierno”

Norma Jean (1926 - 1962)