Las pequeñas rutinas del día a día son las que se harían difíciles. De pronto, te verías a ti mismo poniendo la mesa en silencio con un solo tenedor en la mano y un triste vaso en la otra. Te encontrarías con tu mirada en el espejo a medianoche lavándote los dientes sin tener que hacerte un hueco en el lavabo. Tendrías que subir la compra a dos manos en lugar de a cuatro, despertarte cada mañana en medio de la cama y no en tu lado. Recurrirías a la televisión o a la música para ahuyentar al maldito silencio y mirarías el teléfono como si fuera a sonar en cualquier momento.
No tendrías a quien dar las buenas noches ni una cara que besar por las mañanas. Llegarías a casa pidiéndole al cielo que el tiempo pase volando para no estar solo… Y volar. Eso es lo que deseas. La vida está formada de pequeños momentos que se repiten cada día y que no reciben la importancia que se merecen. Son esas rutinas que te hacen sentir vivo y cuando desaparecen, te sientes perdido y extraño entre las paredes de tu propia casa. Deseas volar para poder lavarte los dientes, poner la mesa, hacer la compra, ver la tele, sacar la lavadora, reir y llorar con lo que siempre tienes y nunca querrás perder. Nunca.
1 comentario:
Una auténtica lección de vida para muchos Rufián. Una aténtica lección, si señor.
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