Hay días que uno prefiere pintar una vida nueva y otros simplemente colorear lo que ya está dibujado.
Hay domingos en los que apetece tener un día de tonos grises y azules y pasar las horas sin abrir los ojos. En cambio, hay otros en los que se ve la vida como es en realidad, con sus claros, sus oscuros y todo el color que ofrece.
Y en esos días, si miras las nubes no sólo ves el color blanco, sino decenas de tonalidades como lo hacía Scarlett Johanson en “La joven de la perla” cuando miraba al horizonte junto al pintor Johanes Vermeer.
Hay domingos en los que a uno le apetece madrugar y contemplar las pinceladas que el sol da al centro de Madrid en una mañana de otoño. Las calles de la ciudad se convierten en trazos llenos de luz y limpieza que convierten a la ciudad del 2 de mayo en una obra de arte. El día de ayer amaneció con una paleta llena de hojas secas, frío, personas cercanas, cuadros, paseos, fotos en blanco y negro, aceras llenas de gente y autobuses de los años sesenta. Con mi pincel y toda esta gama cromática sacada de mi paleta dibujé un gran domingo que hoy plasmo en este lienzo que expongo en mi museo de historias.
Y como firma de este cuadro, mi pincel termina por trazar la recomendación de visitar el Museo Reina Sofía. Y si puede realizarse en buena compañía, como yo hice en mi domingo pintado, mejor que mejor.
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1 comentario:
Quiero comprar ese cuadro.
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