
Si miro hacia el futuro no veo a la muerte, pero cuando me encuentre con ella espero mirarla a los ojos con respeto y estar rodeado de tanto amor como lo ha estado mi abuela. Al acabar la primavera, mi abuela María se cansó de luchar contra el cáncer. Muchos años de recaídas y pocas fuerzas acabaron por agotarla. Pero mi abuela era y es la persona con la naturaleza más fuerte que nunca conoceré. Su corazón siguió latiendo con tenacidad y vigor hasta el último momento.
Mi abuela María nunca le tuvo miedo a la muerte. En cuanto tiró la toalla en su batalla contra la enfermedad, se enfrentó al final con serenidad, paciencia, dignidad y toda la paz que puede haber en un ser humano. Y eso sólo pueden hacerlo las personas que tienen el alma limpia.

Mi abuela era buena, tenaz, tranquila, paciente, discreta, sencilla, cariñosa, preocupada, atenta, muy educada y tremendamente fuerte. Siempre ha escuchado más que hablado y siempre ha dado sin recibir a cambio. Perdonaba sin que la tuvieran que pedir perdón. Ponía la mejor cara que podía en todo momento y jamás le escuché decir una palabra más alta que otra. Mi abuela siempre ha sufrido en el silencio los que otros hubieran gritado a los cuatro vientos y nunca ha necesitado nada material. Le bastaba con que fuéramos buenos cada 22 de septiembre. Mi abuela María tenia una letra preciosa y no le gustaba cocinar pero siempre recordaré sus muslitos de pollo y sus deliciosas gachas.


Mi abuela María fue una joven modistilla y su arte con la aguja le ayudó a tejer una familia de costuras fuertes que la ha arropado hasta su último suspiro. Cada uno de nosotros hemos tenido en lo que han sido sus últimos días un ratito especial junto ella. El mío fue dos días antes de que se fuera. En uno de sus "despertares" me miró a los ojos, me cogió la mano y estuvimos hablando un ratito. Cuando los ojos, la boca y los oídos están más cerca del cielo que de la tierra hablan los corazones. Mi corazón se despidió del suyo y le dijo en voz bajita muchos buenos deseos que se habrá llevado allá donde ha ido; espero que nunca los olvide.


Me has enseñado tanto abuela. Nos has enseñado tanto a todos. Sobre todo en estos últimos días. Contigo he aprendido a ser fuerte y valiente. A enfrentarme a los miedos con templanza y dignidad. Me has enseñado a saber que muchas veces hablar sin decir nada no tiene sentido y a comprender que si a lo largo de tu vida vives para los demás, cuando lo necesites, los demás van a vivir por ti. Me has enseñado que triunfar no es ganar más dinero, ascender en el trabajo, tener un coche más grande o una casa más cara. Triunfar en la vida es irte como tú lo has hecho. Has sido un ejemplo de valentía, honradez y dignidad para todos nosotros.

Cuando tu llama se apagó del todo estabas rodeada por tus hijos, tu hermana, tu marido y tus nietos. En esa habitación había tanto cariño, amor y respeto hacia ti que debiste irte orgullosa y con la felicidad que da el encontrar la paz con uno mismo y con la vida. Tu manera de estar en el mundo y de vivir la vida te ha convertido en una ganadora. Mi ganadora. Te has ganado el amor de tu familia que te querrá siempre. Te has ganado el cielo abuela.