Eva Amaral, Juan Aguirre y el monasterio de El Escorial. Los tres ingredientes esenciales para una noche inolvidable. El momento perfecto y el lugar correcto, como entona una de las últimas canciones de su último disco. Triple sombrero y señora, mi estrella de mar y yo hicimos amigos, botamos, cantamos, bailamos y nos emocionamos con estribillos cargados de fuerza y sentimiento. El concierto fue un vuelo kamikace de más de dos horas hacia la eternidad. Con la luna, las estrellas, los gatos negros de San Lorenzo y siglos de historia como testigos, anoche todos vivimos el momento de olvidar lo que nos separó y pensar en lo que nos une. REVOLUCIÓN.
martes, 12 de agosto de 2008
martes, 5 de agosto de 2008
LA JOYA DEL NILO
A pesar de las esperas en aeropuertos y hoteles. A pesar de los madrugones para visitar los templos. A pesar del sofocante calor a las 8 de la mañana y del cansancio. A pesar de los inconvenientes de un viaje organizado. A pesar del peligro de pillar una gastroenteritis y de lo agobiantes que pueden llegar a ser los vendedores. A pesar de todo, volvería por tercera vez a buscar la joya del Nilo.
Regresar a Egipto pasados los años ha sido una experiencia maravillosa. Recordaba muchos detalles que creía haber olvidado. Egipto es un país en el que el turismo masificado contrasta con calles desiertas en las que sólo se ven a un par de niños jugando sobre un charco de agua embarrada. Es curioso ver como en una misma ciudad los barcos tiran comida y los bolígrafos son un tesoro. Egipto es un país mágico y más aún si tienes la suerte, como yo, de ir acompañado por toda una experta en dinastías, faraones, reinas y misterios egipcios.
Los templos son majestuosos y es inevitable que te recorra un escalofrío por la espalda cuando tocas con las yemas de los dedos relieves tallados hace milenios. Inolvidable Abu Simbel, su monumental puerta y su perfecto interior, el bazar de Assuan, la noche de Luxor, los burros intentando golpear las moscas con su rabo, el aire como fuego, el olor a motor, los perros flacos, la tranquilidad de los ancianos y la mirada de los niños
El frenético tráfico de El Cairo se para ante la paz y grandiosidad que emanan las pirámides de Giza. Y qué decir de las aguas del Nilo. Ahí es donde se encuentra la joya de Egipto. En el río de los ríos. Ver atardecer sobre sus aguas es una imagen que si se ve, nunca se olvida. Su agua como valsas de aceite en ocasiones y bravas como el mar en otras, convierten en un oasis cada centímetro de tierra que la rodea.
Surcando el Nilo desde una faluca, el viajero ve a niños achicando agua en barcas de madera, a padres e hijos transportando chatarra, a mujeres lavando ropa y a campesinos limpiando su ganado. El Nilo está bañado de riqueza y miseria, huele a humo de barco y a jazmín.
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