
Como decía la mítica Audrey Hepburn en My fair lady, “The rain in Spain falls mainly in the plain” aunque los españolitos nos quedamos con aquello de “la lluvia en Sevilla es una maravilla”. Da igual que la traducción en la película no fuera exacta porque no importan las palabras sino quien las dijo.
Desde mi ordenador estoy viendo a través de la ventana como está diluviando en Madrid y no he podido evitar recordar a Audrey Hepburn buscando a su gato bajo la lluvia en un callejón de Nueva York en “Desayuno con diamantes” y aprendiendo a hablar como una señora en “My fair lady”.
La primavera ha llegado con ganas de llover y la manga corta que esperábamos se ha convertido en un bonito paraguas como el que lleva Audrey en la foto de arriba.
N

o hay más que verla. La Hepburn es sinónimo de clase y

elegancia. A todas las mujeres les gustaría parecerse a ella ya que es el prototipo de la feminidad y de la clase. Parece que hoy en día no hay casa que se precie que no tenga su rinconcito “Audrey”. Ha dejado de ser la actriz para convertirse en el símbolo.
Mucha gente ve en la imagen de Audrey Hepburn el espíritu olvidado del glamour y de todo aquello que parecía haber en una época y que hoy ha desaparecido.

Audrey representa unos años en los que las mujeres comenzaban a disfrutar de libertad e independencia pero seguían siendo ladies. Su imagen es la de la mujer de los contrastes: delicada pero con carácter, elegante pero cómoda, sensata pero capaz de cometer locuras, enamoradiza pero libre para amar a quien desee.
Y supongo que por eso Audrey Hepburn es el espejo en el que se miran miles de mujeres. Un espejo que desprende un reflejo de luz que es capaz de iluminar hasta la primavera más gris.
La cara de Audrey lo ilumina todo.