
Ni yo soy Leonardo di Caprio ni esta playa está en Bangkok. Pero vamos, nada que envidiar señores. Qué bien sienta descansar unos días. Y mejor aún si es en la playa. Y qué decir si es en Ibiza.
La Patricina y yo nos hemos marcado una escapadita para conocer la isla y visitar a Alicia y Antxon (los cuñaos). Llevan allí unos tres meses viviendo y ya están hechos unos ibicencos totales. Al volver a Madrid teníamos una cara totalmente diferente a la que nos llevamos a las Baleares. Se nos ha quitado la ojera y la palidez madrileña porque hemos tomado el sol, nos hemos dado unos bañitos impresionantes, hemos comido como reyes y, sobre todo, hemos descansado.

a) Formentera, su paz, su faro, su agujero con vistas al mar, sus playas de arenas blancas y aguas cristalinas, sus tranquilas gaviotas, sus lagartijas azules y su moto.
b) Esa pedazo de moto necesita un reconocimiento aparte. La alquilamos nada más bajar del barco que cogimos en Ibiza. Nos llevó de una punta de Formentera a la otra y de ésta a otra por sólo 3 euros de gasolina. La cogimos mucho cariño... y eso que habría que habernos visto subidos en ella con el casco a presión y a 30 por hora. Era una sensación rara; no podíamos evitar conducirla con una sonrisa en la cara. Nos dio mucha pena dejarla otra vez para que al día siguiente la alquilara otra parejita. Aceptamos moto como regalo de bodas.

d) La fideua que nos zampamos al lado del mar.... y al lado de Massiel que, por cierto, no gana al natural en absoluto.

f) La noche de San Juan en San Juan.
